Adiós chupete, adiós

Adiós chupete, adiós

Decir adiós al chupete es un tema que suele preocupar a los padres. A veces, este momento puede convertirse en un verdadero problema si los padres tienen expectativas negativas y lo retrasan excesivamente. Cuanto mayor es el niño, más difícil resulta convencerle.

Los bebés comienzan a succionar durante el embarazo. De hecho, desde el quinto mes, se chupan el pulgar como acto reflejo que prepara su organismo para alimentarse después de nacer.

Durante los primeros meses de vida, la succión forma parte del conjunto de reflejos primarios que ayudan al bebé a adaptarse al nuevo medio. Posteriormente, succionar se convierte en una actividad voluntaria que les proporciona relajación y placer, o consuelo cuando sienten miedo al separase de su madre.

A lo largo de los dos primeros años, el niño se encuentra en la fase oral y todo su mundo se desarrolla en torno a actividades que tienen relación con la boca como pueden ser la succión, la alimentación, chupar objetos o morder. Por ello, es conveniente que durante esta fase el niño utilice el chupete, ya que probablemente satisfaga esa necesidad chupándose el dedo.

A medida que aumenta su desarrollo emocional, el niño encuentra otras formas de controlar la ansiedad y los temores, abandonando progresivamente la necesidad de succionar el chupete o el dedo que se limitan prácticamente a los momentos de ir a dormir.

Para comenzar el abandono progresivo del chupete, el niño debe recibir estímulos positivos que busquen aumentar la confianza en sí mismo. Tenemos que ofrecerle alternativas en los momentos tensos donde el niño sienta inseguridad, ansiedad o miedo. El apoyo afectivo del padre y la madre o el abrazo a un muñeco de peluche pueden ser algunos de estos sustitutos.

Las riñas, amenazas, castigos, chantajes o colocar en el dedo productos amargos son estrategias totalmente desaconsejables. Este tipo de acciones solo le conducirán a pasar un mal rato y a minar la seguridad en sí mismo.

Por lo tanto, es muy importante reforzar la imagen positiva que el niño está creando de sí mismo, alabar sus logros con frecuencia y fomentar su deseo de “ser mayor”.  Cuando pida el chupete durante el día, en vez de negárselo directamente, hay que ofrecerle otras actividades alternativas que le mantengan ocupado y distraído.

Además, conviene observar en qué momentos recurre al chupete para obtener consuelo, saber qué es lo que le preocupa o perturba y ofrecerle apoyo afectivo en esas situaciones en vez del chupete. El tener miedo a que el niño pase una mala noche es un error, ya que sólo se corre el riesgo de alargar este proceso. Usar el chupete habitualmente más allá de los dos años puede producir un desplazamiento del maxilar superior de forma que no coincidan los dientes superiores con los inferiores al cerrar la boca y puede tener consecuencias negativas en la pronunciación y masticación.

No hay que angustiarse ante la decisión de quitar el chupete al niño. Siempre es preferible pasar unos días con un poco de sueño y garantizar su salud física y emocional.

Autor: Asociación Mundial de Educadores Infantiles

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