La importancia de fomentar la solidaridad desde la infancia

La importancia de fomentar la solidaridad desde la infancia

La solidaridad es la virtud por la cuál nos mostramos unidos a otras personas, compartiendo sus intereses, inquietudes y necesidades. Por lo tanto, este valor es un complemento de la justicia que, para desarrollarse, necesita de las actitudes de otros valores como: la empatía para ponerse en el lugar del otro y ver las situaciones desde su punto de vista; la compasión para analizar las cosas con el “corazón” y sentimientos de fraternidad; la comprensión desde el reconocimiento de la dignidad personal del otro, o la ayuda para pasar a la acción y realizar actuaciones para modificar las circunstancias desfavorables de los demás.

La solidaridad y el altruismo conllevan actitudes para el servicio a la sociedad y alcanzan su verdadera dimensión si, para ayudar a otros, se renuncia a beneficios propios que son muy valorados.   Los niños necesitan recibir ayuda de sus padres para establecer relaciones positivas con las personas de su entorno y reforzar las conductas solidarias hacia ellas. De este modo, contrarrestan el ejemplo que reciben constantemente de conductas negativas y contravalores como el egoísmo, la envidia, la intolerancia, la ambición, el autoritarismo, el abuso, etc. En el entorno del niño hay demasiados modelos de comportamiento insolidario: tratar de acaparar todo para uno mismo, incluso el cariño y las atenciones, fastidiar y atacar a los demás con acciones y palabras, ver sólo los defectos de los otros y nunca las virtudes, las críticas destructivas y los falsos testimonios, imponer el propio criterio por la fuerza, física o verbal, etc.

Con frecuencia, al hablar de solidaridad nos referimos a identificarnos con los más necesitados, éstos suelen ser personas anónimas a quiénes desconocemos. También hablamos de ser solidario con países en desarrollo o que han sufrido alguna catástrofe. Ser solidario en estos casos es muy positivo, pero la solidaridad debe comenzar por el comportamiento con las personas cercanas de nuestro entorno y por las acciones concretas con personas que, muy cerca de nosotros, necesitan ayuda.

Hoy resulta fácil fomentar la sensibilidad y el respeto por el medio ambiente o por los animales. Sin embargo, parece más complicado desarrollar la sensibilidad y solidaridad con las personas que sufren y lo pasan mal. Nos hemos acostumbrado a escuchar comentarios o a ver imágenes de las desgracias ajenas, lo consideramos un mal habitual, perdemos la sensibilidad y mostramos poca reacción emocional.

En los últimos tiempos se ha impuesto la competitividad generalizada. Esta actitud conduce al individualismo, al egoísmo y a la “moral del éxito” donde “todo” vale para el triunfo personal, donde se considera al otro como un enemigo potencial que puede disputar aquello que se desea. Los propios sistemas educativos son competitivos y discriminatorios. No se valora el esfuerzo, la bondad, la generosidad, el altruismo y otros valores de los niños, sólo es importante el rendimiento escolar: las notas. No se estudia por placer, por enriquecimiento personal, sino por lograr unas notas. Los niños interiorizan que las notas miden lo que valen, no lo que saben. Piensan que deben destacar, vencer y triunfar sin importar los medios que utilicen, cualquier cosa es válida si se consigue fama, poder y dinero. Los medios de comunicación y la sociedad en general contribuyen a fomentar este espíritu bélico y este tipo de violencia. La rivalidad estimulante es positiva para el niño, sin embargo, debe compatibilizarse con una forma de vida cooperativa y solidaria.

Se impone la serenidad y la reflexión en el hogar. El niño debe afirmar su individualidad y su originalidad, pero necesita vincularse a otras personas, saber que sus alegrías y éxitos no suponen nada si no los comparte, que él influye en los demás y es influido por ellos, que el beneficio común del entorno también le beneficia a él, que “cuando el equipo gana, todos se benefician del triunfo”.   ¿Qué pueden hacer los padres para fomentar la solidaridad? Sobre todo, transmitir este valor a través de sus actuaciones diarias y cuidar sus actitudes en las relaciones interpersonales. Además, pueden realizar algunas de las actividades que se sugieren a continuación:

  • Colaborar con el maestro del niño pidiendo información sobre mensajes y acciones comunes que conviene transmitir al pequeño.
  • Leer cuentos, fábulas y narraciones cuyo argumento esté basado en la solidaridad.
  • Comentar las acciones poco solidarias que se comentan en las informaciones de televisión u otros medios de comunicación.
  • En situaciones cotidianas, en las que el niño se muestra poco solidario, los padres provocan su reflexión con frases como: “Si eso te ocurriera a ti, ¿te gustaría que te tratasen igual?, ¿Cómo te sientes tú cuando te hacen eso a ti?
  • Acompañar al niño a una entidad de ayuda a personas sin recursos para llevar algún alimento, colaborar poniendo la mesa, etc.
  • Animarle para que regale algún juguete a otros niños que carecen de recursos.
  • Pedir que entregue algún alimento que le guste mucho a una persona sin hogar.
  • Ofrecerle orientación sobre acciones cotidianas concretas: Cuidar de animales y plantas, respetar y valorar las plantas y el mobiliario de parques y jardines  de la ciudad, desarrollar hábitos de ahorro de energía (agua, luz, calor, etc.), pedir su colaboración en la selección de basuras, hablarle sobre el perjuicio de las materias que dañan el medio ambiente, motivarle para que sea solidario con ustedes ayudando en las tareas domésticas y cuidando los elementos del hogar, los juguetes, la ropa, etc.

Autor: Asociación Mundial de Educadores Infantiles

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