Rabietas, un intento de someternos

Rabietas, un intento de someternos

Aunque empieza poco después de cumplir el año con la adquisición de habilidades que hacen que el niño tenga una mayor autonomía, entre los 2 y los 3 años, la etapa del «no» está en su mayor apogeo. Una de las consecuencias de esta necesidad de independencia a la hora de hacer las cosas es que cualquier control por parte del adulto produce rabia en el niño, una rabia que empieza por desconcertar a los padres con constantes negativas a hacer cualquier cosa que le pidan y con pataletas y escenitas en público cada vez que no consigue lo que él quiere.

¿Qué le está pasando?  

Nada anormal ni negativo, sino todo lo contrario. Se trata de una etapa necesaria para su desarrollode la que aprenderá recursos para enfrentarse a situaciones futuras en las que sus intereses choquen con los de los demás o sencillamente con la realidad. En este momento, el niño está tomando conciencia de sí mismo como individuo y cree que para reafirmarse debe oponerse. Vive en una etapa egocéntrica en la que su voluntad debe ser impuesta y ceder es algo así como traicionarse a sí mismo. De ahí el “no”, la rabieta y pretender hacerlo todo a su manera y no como se le pide. Las rabietas nacen de esta necesidad de autoafirmación pero se ven reforzadas por la obtención de resultados, pues pasan a ser un medio eficaz para conseguir un fin. La mayoría de las veces el objetivo oculto tras una rabieta por lograr algo concreto es llamar la atención y, desde luego, el niño lo consigue; no solo cuando le damos lo que quiere, sino también cuando le regañamos y lo dejamos todo para hablar con él, intentando que razone. Por ello, siempre se dice que la forma más rápida para liberarse de este comportamiento es ignorar al niño, puesto que no hay forma de razonar en medio de un arranque emocional.

Armarse de recursos

¿Cómo hacerle entender que esa conducta no es la adecuada? No dándole lo que quiere. Esto es más fácil en un entorno seguro como es el hogar, por lo que hay que aprovechar este momento para poner en marcha la técnica de ignorarle y enseñarle que la rabieta no le conduce a nada, que no le ayuda en su frustración, que no le libra de una obligación ni tampoco modifica la actitud o respuesta del adulto. Para ello:

  • Aparta tu atención de él.
  • Haz otra cosa mientras dure la rabieta, continúa lo que estabas haciendo y deja al niño en su habitación, si el lugar es seguro, observando desde la distancia.
  • No le mires; una breve mirada puede prolongar la rabieta.
  • Si, tras unos minutos, su llanto disminuye, puedes decirle: «Cuando hayas terminado de llorar, ven e iremos a jugar».
  • Si la pataleta se prolonga y empiezas a pensar en ceder, no lo hagas. Llévale a otra habitación y siéntale en una silla desde la que no te pueda ver pero tú sí puedas controlarlo. Dile que debe sentarse durante cierto tiempo –un minuto por año– y que no podrá moverse hasta que no esté unos segundos tranquilo.
  • Cuando termina la rabieta, hay que recibir al niño como si no hubiese pasado nada, proporcionándole una ocasión de congraciarse con los demás, sin mencionar el incidente. Esto hará más motivador el cambio de actitud.

Teatro callejero   

Llorar es una respuesta en la que algunos niños están más que entrenados. Son como pequeños actores que lloran desconsoladamente sin que, en realidad, les pase nada grave, como herramienta para conseguir lo que quieren. En muchas ocasiones, incluso, niños y niñas saben detectar el momento con más probabilidades para obtener su fin: si papá o mamá están cansados, si alguien está presente, si se encuentran en público… Por ese motivo, tú también debes entrenar en casa poniendo en marcha las estrategias anteriores para preparar el terreno y que el niño sepa que le estás hablando en serio y que no vas a cambiar de idea. Mantente firme sea cual sea la situación y dile que, aunque esté delante una visita o se encuentre fuera de casa, el “no” va a seguir siendo un “no” haga lo que haga.

Otra manera de enseñar a los niños a reaccionar positivamente ante la frustración es que vean en nosotros modelos de conducta positivos, ya que siempre vamos a ser sus modelos. Es decir que, teniendo en cuenta van a imitarnos, debemos pedir las cosas adecuadamente, sin exigencias ni voces, y poner en marcha estrategias de negociación y autocontrol delante de ellos. No es aceptable que sean testigos de nuestra cólera mientras les estamos regañando por tener ese mismo comportamiento. Por último, conviene decir que, si bien las rabietas son normales en torno a los 2 y 3 años y pueden prolongarse un poco más, no lo son pasada esta etapa. El hecho de que continúen atormentando a los padres más allá de esta edad es consecuencia de no haber corregido esta conducta cuando empezó. Dado que es imposible no sentir frustración, es fundamental enseñar a los niños estrategias para manejarla de forma constructiva lo antes posible.Cuántas veces hemos oído que lo mejor es no hacerle caso? Una fórmula sencilla de decir, pero bastante difícil llevarla a cabo con un niño que te está sacando los colores tirado en el suelo de un comercio o gritando de forma alarmante.

 

Autor: Asociación Mundial de Educadores Infantiles

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