“Yo no he rompido la maceta”

“Yo no he rompido la maceta”

20 septiembre, 2016

Todo tipo de estímulos que recibe el niño constituyen elementos indispensables para el desarrollo de su lenguaje. Según el estilo de vida y las relaciones familiares la adquisición del lenguaje se realizará de manera distinta. ¿Cómo pueden ayudar los padres al desarrollo lingüístico del niño?  

Los primeros dos años de vida son decisivos para el logro de la buena maduración auditiva, necesaria para la adquisición del lenguaje. Si desean estimular la audición del pequeño desde el nacimiento, deben ofrecerle oportunidades de escuchar multitud de sonidos, aunque siempre va a preferir los sonidos articulados del lenguaje de los adultos y de otros niños. Como al niño le resulta aburrida la monotonía en el sonido, se puede evitar exagerando las entonaciones, haciendo preguntas y exclamaciones. De esta forma el bebé escucha atento y trata de imitar los sonidos.

Los padres pueden jugar a encontrar juguetes sonoros colocados en diferentes lugares del cuarto o esconderlos debajo de un pañuelo para que el pequeño los descubra. En general, los bebés muestran preferencia por la voz de su madre, la imitación de sus propias emisiones sonoras, su nombre, los balbuceos de otros niños, tarareos, arrullos y canciones infantiles, sonajeros, papeles que se arrugan, campanillas y cascabeles, las risas, preguntas, palabras sencillas y sonidos familiares. Los niños pequeños responden de forma muy positiva a la música clásica porque es tranquilizadora y les relaja, sobre todo los sonidos de violín por los tonos agudos y, en general, la música del barroco.

Cuando el niño va creciendo, a través de la percepción, discriminación y memoria auditiva, puede identificar objetos por su sonido o por el ruido que hacen al moverse y caer. Distingue instrumentos musicales y otros objetos sonoros. También identifica por la voz si habla un hombre o una mujer, un niño, un adulto o un anciano, o bien si las personas son conocidas o no. Diferencia y aprende a reproducir los sonidos de animales y del ambiente inmediato, memoriza retahílas, canciones y poesías cortas.

Los padres pueden aprovechar cualquier actividad cotidiana (al cocinar, en la comida, de camino al colegio, etc.) para escuchar sus opiniones e inquietudes, para contestar sus preguntas, hablar de los acontecimientos que suceden en su vida, escuchar lo que piensa y cómo se siente, etc. No deben hacerle demasiadas preguntas para obligarle a hablar, éstas son buenas porque le ayudan a reflexionar y buscar soluciones, pero si intuye que ustedes sólo desean hacerle hablar, se inhibirá y, probablemente, guardará silencio.

Es importante no corregir la pronunciación, los errores gramaticales que pueda cometer o las frases que no expresan claramente lo que quiere decir. Es mejor que digan la frase correcta como parte de la conversación. Por ejemplo, si el niño dice: «Yo no he rompido la maceta”, se le puede decir: “Ya sé que no has roto la maceta, pero puedes ayudarme a llevar los trozos a la basura”. Sobre todo, es muy importante no corregir cuando hay personas delante para evitar que se sienta avergonzado y pierda confianza para seguir hablando.

Leer juntos cuentos, fábulas y narraciones y dejar que sea el niño quien elija los libros. Terminada la lectura, comentar algunos aspectos sobre el argumento y pedir su opinión sobre la historia.  También los momentos de juego son fantásticos para estimular el lenguaje: jugar a decir disparates, adivinar el nombre de un animal por el sonido que emite y los movimientos que realiza, hacer ruidos graciosos mientras garabatea, dibujar o colorear, conversar mientras moldea con plastilina o masa blanda, retransmitir un partido de fútbol mientras desplaza los muñecos por un imaginario campo deportivo, dramatizar cuentos, imitar a los cantantes o actores de su preferencia, escribir o dibujar mensajes, etc.  Al aire libre y  con amigos, se pueden observar sus conversaciones y aprender mucho respecto a sus inquietudes y motivaciones, sin intervenir si los pequeños no lo desean.

Los padres o cuidadores pueden contribuir a enriquecer su lenguaje ampliando sus comunicaciones dentro del contexto normal de la conversación. Por ejemplo, si él dice: “Me he divertido en el parque”, ustedes pueden añadir “Ha sido muy divertido, sobre todo cuando le has dado comida a las palomas”. Ayudarle a describir, de una forma natural, animales, plantas, objetos, acciones y situaciones, ampliando sus enunciados.

En cuanto a la televisión, mejor limitar el tiempo. Elegir la programación más adecuada y procurar estar a su lado para responder a las preguntas que le surgen sobre lo que ve, explicar las situaciones que no comprende bien y comentar después sobre lo que han visto. Hay programas infantiles y documentales de naturaleza que ayudan a desarrollar la imaginación y conocer cosas que difícilmente puede ver de otro modo: animales salvajes, cordilleras nevadas, tornados, países y culturas lejanas, etc. Sin embargo, hay que recordar que el tiempo que pasa sentado frente al televisor es un tiempo valioso que pierde de disfrutar jugando, de relacionarse y de conversar con otras personas.

Estimular el lenguaje de su hijo es muy valioso para el desarrollo de su potencial pero, por encima de todo, está la gran posibilidad de que disfruten juntos de una comunicación eficaz y estrechen sus lazos afectivos.

Autor: Asociación Mundial de Educadores Infantiles

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